crónicas flamencas en la prensa de siglos pasados

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domingo, 9 de enero de 2011

5000 visitas y pa'lante

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Celebro que las visitas a este blog de noticias flamenconas haya superado las cinco mil. Significa mucho para mí el interés que suscitan las referencias al flamenco antiguo de Cádiz. Sigo adelante con una que nada tiene que ver con el flamenco (o si) pero me ha parecido curiosa, para celebrarlo. Apareció en abril de 1841 en el diario gaditano El Nacional. Saludos y gracias por los comentarios.
Ventajas del pelo rubio - 1841
Yo no sé porque he deseado siempre ser rubio: tal vez será porque la providencia ha dispuesto que sea moreno; pero precidiendo de esto, yo veo un sin número de ventajas en los rubios, que no favorecen a los morenos.
Un rubio es constantemente mejor recibido en una tertulia que un moreno.
Para un rubio hay tres morenos. El rubio parece que encierra en sí un no sé qué de aristocrático, lo que mueve a las señoras y madres de familia a tratarle con una particular distinción. Cuando un criado entra con un azafate atestado de dulces o lleno de bebidas, desde luego puede apostarse a que va a presentar el homenaje primero de sus sorbetes y merengues a un rubio, gracias a la magnificencia de sus rizos. Hay una opinión generalmente adoptada y es que los cabellos rubios se rizan por si mismos.
Empero sea dicho de paso que los cabellos rubios no se rizan más naturalmente que los negros, y que necesitan como éstos de la cooperación del hierro y del fuego; pero en fin, habremos de pasar por una preocupación admitida, y un error que ha pasado ya a proverbio. Hay que dar un empleo considerable, pues es seguro que el rubio se lo soplará al moreno.
Todos los secretarios de embajada son rubios. Todos los actores jóvenes que representan los primeros papeles son rubios, o les falta poco para serlo. Los poetas elegíacos son rubios. Los mozos de droguería son rubios. Los respetables abuelos y algunos padres no son ni rubios ni morenos; sino que son calvos; pero adviértase que se determinan a ponerse peluca, infaliblemente será rubia y no negra. Parece que un rubio no tiene cosa alguna de las que pueden desagradar en quien no lo es.
Se diría al verle que nunca se emborracha, ni aun se achispa siquiera; que no fuma; una mujer hermosa adorará a un rubio que no gaste sino tilbury, y un moreno necesitaría para prenderla arrastrar un coche con siete mulas de colleras.
¿Qué se ve en los teatros en los sillones y lunetas primeras? Rubios y más rubios. ¿Y en las galerías y en el patio? Morenos. El rubio bulle por todas partes, se le recibe bien en donde quiera, y todos se le sonríen nada mas que por el color de su cabello. En confirmación de los dicho consúltense a las pomadas para teñir los cabellos. Las hay a millares para teñirlos de negro, y ni una sola para teñirlos de rubio. Lo rubio es por su naturaleza inimitable; para poseerlo es preciso haber nacido peinado de este color. El que sea casado ruegue a Dios que le dé hijos rubios, pues puede estar seguro que tendrá por progenitores duques, marqueses y condes aunque él sea el último de los sacristanes de una aldea.