crónicas flamencas en la prensa de siglos pasados

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sábado, 23 de julio de 2011

La obesidad de 'El Planeta' (1848)

2 comentarios:
Una vez redactada esta entrada compruebo que en el blog 'Flamenco de papel' el jueves 2 de abril de 2009ya se mostró un fragmento de la crónica a la que me refiero hoy. De todos modos la subo, con algunos párrafos más, para comentar algo que me ha llamado la atención.
Cada vez que veo esta foto de Chacón pienso en Caruso, en un tenor, cuello ancho y poderío pulmonar. De Silverio podríamos decir lo mismo. Y según la siguiente descripción Antonio Monge 'El Planeta', rey de los polos, al menos del de Cádiz (1826), Ronda ('26) y Jerez ('27), también era grueso. Lo dice M. Jiménez en el Semanario Pintoresco Español del 5 de marzo de1848, en una crónica títulada 'El carnaval en el campo'. He seleccionado un fragmento. Se refiere, además de a Planeta, rey de los bravos cantaores, al padre Verita y al Marino, a la Nena, esa bolera tan conocida, la Cuchillera, la Naranjita, la Ana. Espero disfruten con su lectura.

... Grande fuera la animación que imperara en el centro de aquellos círculos, de donde solo brotarán voces desencajadas, risas estrepitosas mezcladas con los brindis amorosos y los cánticos alarmantes, interrumpidos por lo común por la maravilla que durará el vaso elevado cual si fuera la ofrenda que se presentará a los dioses lares.
Nuestro rebusco duró corto tiempo; apenas habíamos recorrido un pequeño radio de tierra, cuando llegaron a nuestros oídos los ecos de algunas voces que no nombraban. Curiosos por saber cuáles fueran las almas que se compadecían de nuestra soledad, nos lanzamos hacia el sitio de donde salían cual jadeantes lebreles sobre la caza que se escabulle. Nos acercamos, un gracioso espectáculo ofreciose de repente a nuestra ávida vista. Entre lo alineado olivos que se pierden tras el parterre del convento, hallábase una numerosa reunión de personas que sentadas unas sobre la fresca yerba y levantadas otras, se entregaban sin escrúpulo a los regocijos de una fiesta campesina. Entre aquellas contábanse algunos amigos que, a fuer de pasar por gente notable, rendían mutuo vasallaje a varias jóvenes de gallardos talantes, entre las que sobresalían la Nena, esa bolera tan conocida, la Cuchillera, la Naranjita, la Ana, y otras no menos graciosas en ese género de danzas andaluzas (1)
Una ligera sonrisa excitada por los cantares de los vates agitanados que allí se encontraban, brillaba en todos los rostros. Eran aquellos el Planeta (2), rey de los bravos cantaores, el padre Verita, el Marino, y otro cuyo nombre no recuerdo, los cuales parecían adorar a una botella del suave sanluqueño, ídolo de estos momentos  que apuraban en medio de los brindis de costumbre
El néctar de Andalucía, salpicando a todo, había sucedido a los manjares cuyos restos veíanse esparcidos por la yerba.
Al ver aquella orginal escena, cualquiera hubiera recordado los fabulosos festines del Dios de los amores, cualquiera se hubiera creído trasportado a la encantada selva de las fantásticas hadas jugueteaban en las aguas del lago, al eco de sus melodiosas liras. Tal fuera, pues la ilusión que produjera aquel baile vespertino en medio del jardín que la natura ha decorado con tan brillantes atractivos.
El vaso a medio llenar volvió a relumbrar entre las palmadas de los incansables cantantes que, al monótono arrullo de sus trinos y cadencias, se arrebataban a cada paso la copla. El Planeta, cuya obesidad y carácter le prestan ese predominio que ejerce sobre ellos, llevaba la palma, haciendo alarde de sus recios pulmones, al entonar caprichosamente sus plegarias, raras en su estructura, pero que tanto inflaman el corazón de los aficionados de ley como ellos lo llaman.
- Viva lo gueno, zeñó…! Dijo el padre Vera vaciando en su estómago una cañita y alargándonos otra para que lo imitásemos.
- Bendita zea Málaga, que es tierra e caliá, añado el que rasgueaba la guitarra.
- Zeñores! Exclamó el marino algo entusiasmado, no hay na pa las zevillanas, pa estas reinas e lo bonito?
- Vivan las e nuestra tierra, gritó toda aquella grey atolondrada. Pues que bailen una zeguidillas gitanas
Un confuso rumor sucedióse a la petición enseguida todos aclamaron a la Nena.
- Pio la palabra, repitió el padre Vera: antes e que comienze er jaleo, me paeze mu regulá que echemos una uvita a la salú e los mozos que ha legao, pue po lo netos que zon, jazen a estos peazos lo que se llama un poquirritito e tilín…
- Que se eche una bomba! Dijeron muchas voces.
No era muy a propósito el desairarle al dirigirnos aquel brindis, ni menos hacerse uno el sueco ante aquella semi-patulea, que tan atenta habíase mostrado con nosotros.
(1)  De poco tiempo a esta parte se ha desarrollado de tal modo la afición a los bailes de ese género, que la más encopetada clase de la sociedad sevillana, busca ocasión de asistir a los bailes particulares que celebran los que especulan con ellos, sobre todo cierta parte de la juventud que quiere pasar por gente de tono, la cual vaga de sarao en sarao para saciar su ardoroso entusiasmo, interin (sic) en los teatros suelen mirarlos hasta con desdén. ¿Cuál habrá sido el móvil de esa repentina metamorfosis? No es un misterio. Para obsequiar a cualquier personaje de arriba a la capital de Andalucía se pone en juego esta clase de espectáculo como sucedió con Alejandro Dumas, del que salió poco complacido.
(2)  Son lo motes con que se designan a estos personajes tan célebres en los fastos de todos los que se dedican a esa clase de cantos. El Planeta y el padre Vera, son los que más sobresalen, por sus gorjeos el primero, y por su clara voz el segundo.